El ligamento cruzado anterior en una estructura que está en el interior de la articulación de la rodilla que funciona como estabilizador .Podríamos establecer una analogía con un cinturón de seguridad que sujeta la tibia al fémur en su zona central, evitando que se produzca un movimiento anómalo de traslación anterior de la tibia ante determinados esfuerzos o demandas de la rodilla.
Cuando este ligamento esta roto, se producen episodios de inestabilidad que el paciente describe como «sensación de que su rodilla le falla». La rotura del ligamento suele producirse en un gesto deportivo traumático que no es capaz de resistir la estructura del ligamento. A veces va acompañado de otras lesiones como : rotura meniscal; rotura de ligamento lateral interno; rotura de ligamento cruzado posterior y contusión ósea en fémur o tibia.
En caso de una lesión única del ligamento cruzado sin otra lesión acompañante de las anteriormente descritas, la rodilla carece de su mayor estabilizador, lo que contribuirá a que ante mínimos esfuerzos en la actividad cotidiana o deportiva se pueda producir el resto de las lesiones ,de ahí que aconsejemos siempre la cirugía para repararlo.
El diagnóstico se realiza mediante la historia clínica en la que valoramos la sintomatología y el mecanismo de producción de la lesión; exploración de la rodilla que puede presentar diferentes grados de inestabilidad; pruebas de imagen con radiología convencional y resonancia magnética RMN.
La cirugía se realiza mediante artroscopia de rodilla. La artroscopia es una técnica muy empleada en nuestra práctica quirúrgica que nos permite ver la rodilla mediante pequeñas heridas o portales; así como realizar en el momento el tratamiento de las lesiones encontradas de una forma poco agresiva. En el momento de la cirugía artroscópica valoramos todas las estructuras internas : posibles lesiones meniscales ( siempre intentaremos repararlas intentando evitar «quitar» menisco dado que es una estructura muy importantes para la estabilidad y durabilidad de la rodilla); lesiones del cartílago ; lesiones ligamentosas que no aparecían en la RMN.
La reconstrucción del ligamento precisa el uso de injerto de tendón del propio paciente habitualmente se coge de la pierna lesionada. El tipo de injerto que utilizamos puede variar según decidamos por las características de la lesión, tipo de paciente, actividad deportiva habitual, etc… Habitualmente utilizados tres tipo de injertos: semitendinoso y recto interno( tendones de musculatura isquiotibial); tendón rotuliano; tendón del cuadriceps.
La técnica quirúrgica suele ser similar en los tres, variando sobre todo en el material que utilizamos para «agarrar» el injerto a la tibia y fémur. En todos realizamos un túnel en la tibia y el fémur por el interior del cual se introduce el injerto. El injerto lo fijamos al hueso mediante el dispositivo de anclaje correspondiente.
La cirugía suele tener una duración de 90 minutos dependiendo de la necesidad de reparar otro tipo de lesión acompañante. Se realiza con anestesia raquídea ( conocida como epidural), y con sedación para hacerlo más confortable. Habitualmente precisa ingreso de 24 horas aunque podría ser alta el mismo día de la cirugía adecuando la medicación analgésica.
Podrá caminar con bastones desde el alta y con carga parcial, no precisa inmovilización de la rodilla; inicio de ejercicios de contracción y movilidad de la pierna de forma inmediata; se intentará evitar reposo en cama en la medida de la tolerancia al dolor, aconsejando siempre mantener una actividad moderada; los bastones se mantendrán dependiendo de la evolución del caso.
Mantendremos durante las primeras 6 a 8 semanas limitación de la actividad física centrando la rehabilitación para ganar la movilidad, caminar de manera natural, ejercicios de destreza y propiocepción. Medidas físicas como la presoterapia (presión), crioterapia (frio) así como fisioterapia clásica de drenaje puede contribuir a la buena evolución de la recuperación.
El injerto es una estructura que hemos situado en un lugar diferente de su localización habitual y tenemos que proteger de altas solicitación de fuerza durante estas 6-8 semanas, tiempo en el que lo deseable es dar las condiciones adecuadas para que se integre en el hueso donde lo hemos implantado así como que se realice la sinovialización del mismo en el interior de la articulación.
A partir de las 8 semanas se iniciará el paso a la fase de readaptación física que siempre será optimizada por el seguimiento conjunto e interdisciplinario de cirujano, fisioterapeuta y readaptador físico. La vuelta a la actividad de contacto y competición habitualmente es a partir de los 6 meses.